Jugarretas del subconsciente

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De pronto me paré delante del estante de las cremas en la droguería. Había unos botes que me llamaron la atención y que irremediablemente me llevaron a acordarme de ella; y pensé, “su cumpleaños está cerca, le podrían gustar”. Sin embargo, tras ese instante, algo dentro de mí se despertó y llamó a golpes a mi despistado subconsciente, susurrando en voz baja: “¿pero qué estás diciendo? las cenizas no usan crema”.

Me dio un vuelco el corazón. Por un momento olvidé que ella ya no estaba entre nosotros y creí que en mi próximo viaje a la tierra que me vio nacer ella estaría allí, como siempre, en su sillón, con su sonrisa, y sus fuerzas inquebrantables. Pero esto ya no es posible en un mundo real, y al igual que ocurre con ella, estos “pequeños lapsus de memoria momentánea” me han ocurrido con muchas otras personas; con aquellas a las que quería en mi vida para siempre, pero que por ley natural y por injusticias del mundo esto no ha sido posible.

Este suceso me dio que pensar. No sabía si sentirme bien o mal por lo que acababa de ocurrir. ¿Acaso me había olvidado de la pena, la tristeza… que un día sentimos por esas pérdidas? ¿Acaso parecía como si no hubiera ocurrido nada y yo no era consciente de ello? ¿Por qué ocurren estas cosas? No creo que se deba a una cuestión de olvido, pero quizá sí de pasar página. Nos guste o no, no queda otra que seguir viviendo a pesar de los reveses del camino, y aunque guardados en un rincón, si no apartamos ciertos recuerdos, pueden impedirnos el seguir adelante. Pero esas páginas siguen ahí, y se releerán cuantas veces sean necesarias. Como me ocurrió a mí.

El hecho de asumir me hizo que en una situación cotidiana, en una tarde de diario, mi mente me jugara una mala pasada. Por un momento confundí la realidad, pero son tan breves esos instantes que no podemos hablar de olvido, como comentaba antes, sino de jugarretas del subconsciente por no querer asumir lo que ya no tiene solución. Por querer seguir pensando que es posible, que aún puedo hacerle regalos de cumpleaños, que aún me la puedo encontrar por la calle, o degustar uno de sus platos estrella.

Supongo que más que sentirnos mal por creer haber olvidado algo tan importante, la sensación que deberíamos tener ante estas situaciones es cierta… alegría. Sí, alegría, por saber que esas personas siguen formando parte de tu vida. Que la falta de presencia física no significa que se hayan ido de este mundo, de TÚ mundo; ese que construyes con tu día a día, pero también con tus recuerdos, con los buenos momentos junto a las personas queridas, y eso por suerte, nada ni nadie te lo quita.

Di que sí

Di sí a una escapada de última hora, porque en esos viajes son en los que se viven cosas que nunca pensarías que te pudiesen ocurrir a ti. Di sí a un viaje en coche de más de diez horas; que a pesar de que se te quede el culo cuadrado, esos kilómetros tienen mucho que ofrecer. Di sí a recorrer el mundo en bicicleta y a dormir al raso en medio de la nada, que un cielo estrellado no es comparable a cualquier cosa. Di sí a unas vacaciones en invierno y di sí a viajar solo, que pronto te darás cuenta de que no lo estás tanto, y de que hay veces que la mejor compañía es la de uno mismo.

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Di sí a las noches no planeadas y a los planes que sabes cuando empiezan pero no cuando acaban, porque estas son las historias que un día contarás a tus nietos. Di sí a salir un día de diario aún teniendo reunión a primera hora de la mañana, no hay nada que un buen chute de cafeína y una ducha de agua fría no puedan solucionar. Di sí a tres noches seguidas sin dormir, ya habrá tiempo para hacerlo. Di sí a empalmar una borrachera con otra (la resaca al final será una sola).

Di sí a proyectos que te asustan y di sí a responsabilidades que te superan; solo poniéndote al límite a ti mismo te darás cuenta de que aún puedes llegar un poquito más allá. Di sí a ser el que se coma todos los marrones, que al final la recompensa llegará de alguna forma, seguro. Di sí a cambiar de trabajo, porque la seguridad de un puesto no merece la pena si no es en el lugar en el que soñaste algún día.

Di sí a aprender un idioma que de poco sirve pero que siempre te ha llamado la atención, di sí a estudiar una carrera sin salidas pero que te apasiona.

Di que sí a subirte a la mesa del restaurante y cantarle el cumpleaños feliz a esa persona que te importa. Di sí a salir disfrazo a la calle y que tú seas el único centro de atención. Di sí a declararte delante de miles de personas y cuélgalo en las redes sociales. Di sí a hacer cualquier locura, algo de lo más vergonzoso, di sí a reírte de ti mismo.

Di sí a echarle un pulso a las alturas y móntate en globo, vuela en paracaídas y sube a todas las montañas rusas. Di sí a tirarte por un puente (con arnés) gritando “allá vooooy” y con los ojos bien abiertos, porque ese momento será para recordarlo.

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Di sí a vivir momentos inolvidables, di sí a experiencias que quedarán en el recuerdo. Di sí a cometer errores, a llorar por haberte equivocado y di sí a hacer aquello de lo que te puedas arrepentir (pero que habrá valido la pena).

Di sí a lo gratis, a lo caro y a lo barato.

Di sí a soñar.

Di que sí, que para decir no siempre hay tiempo.