Es lunes. Suena el despertador porque una vez más hay que madrugar para ir a trabajar. De nuevo maldices el día que Dios creó los lunes. Tienes sueño, estás cansado y estas demasiado calentito en la cama como para sacar si quiera un pie. Pero toca hacerlo. Y lo consigues. Y de pronto miras el calendario y te das cuenta de que no es un lunes cualquiera. Hoy hay algo en lo que pensar, por lo que ilusionarse y compartir. Es 22 de diciembre.
Los niños de San Ildefonso están preparados con sus trajes de niños buenos y calentando sus gargantas para cantar. Todo está listo desde primera hora de la mañana. Las bolas en los bombos, la gente entrando en la sala. Un año más se celebra el sorteo de Navidad. Televisión Española lo retrasmite desde el minuto uno. Su audiencia este día consigue un pico importante (todos en algún momento encendemos la tele).
Llevas semanas hablando de la lotería, comprándola y haciendo planes, por si este año, por fin, te llevas El Gordo. Te has gastado un dineral que posiblemente no recuperes, porque la Lotería de Navidad es de la que más se compra, pero la que menos toca también. La participación del equipo de fútbol de los niños, el décimo con la familia, con los amigos de toda la vida, el del trabajo… Lo importante es tener de todos, no vaya a ser que le toque al de al lado y tú te quedes sin nada.
No sabes muy bien qué números llevas pero las bolas y los premios se empiezan a cantar. Lo último que se pierde es la esperanza, con lo que quieres que El Gordo salga lo más tarde posible. Aparecen algunos segundos y terceros premios, y por un lado te alegras de que no sean tú número, porque aún puede haber premio mayor. Ya empiezas a “whatsapear” a la gente, para ver si a alguien ya le ha caído algo, mientras sueñas con que esta vez seas tú el que descorche la botella de champán a las puertas de la administración correspondiente.
Y de pronto llega el afortunado. Uno de los niños de San Ildefonso dice un número, al otro se le iluminan los ojos mientras se prepara para decir “¡¡¡4 millones de euroooooos!!!”. Ya está. No importa lo que quede después, ya todo el mundo hablará de ese número. Unos pocos serán los afortunados mientras que el resto pensamos que otro año será.
Los telediarios abren con la noticia, en los pasillos de la oficina ya solo se habla de eso y en los grupos de WathsApp más de lo mismo. Otro año que te quedas sin nada (o como mucho, alguna pedrea). Una vez más te prometes que es la última vez que te gastas tal dineral en lotería, “total ¿para qué?, si no toca nunca”.
Antes de decir lo que estás pensando sabes que no lo cumplirás. El año que viene pasará lo mismo, y volverás a comprar Lotería de Navidad. Porque dicen que lo importante es compartirlo ¿no?